En los últimos años, el diseño de interiores ha adoptado un enfoque más centrado en las personas. Ahora, los espacios ya no se perciben como meros escenarios estáticos, sino que se consideran elementos activos en la forma en que nos sentimos, pensamos y nos comportamos. Este cambio cuenta con el respaldo de disciplinas emergentes como la neuroestética y se impulsa en los rápidos avances de la tecnología inteligente.
La neuroestética estudia cómo responde nuestro cerebro a elementos de diseño como la luz, el color, el sonido y la textura. Por su parte, la tecnología inteligente permite que los entornos se adapten en tiempo real a las necesidades de los usuarios. Juntas, están desarrollando una nueva generación de interiores, espacios que perciben, responden y evolucionan.
Espacios que reaccionan a nuestras respuestas emocionales
La neuroestética se centra en los efectos cognitivos y emocionales del diseño. Esta disciplina pone de relieve que respondemos a los espacios no solo visualmente, sino también física y psicológicamente. Por tanto, un buen diseño no solo debe ser visualmente atractivo, sino también favorecer el bienestar, la concentración y la creatividad.
Las personas reaccionamos instintivamente a cualidades espaciales como el ritmo, la escala, la materialidad y la iluminación. Estos elementos pueden calmarnos, llenarnos de energía o favorecer nuestra concentración. Sin embargo, los estudios en el campo de la neuroestética indican que estas reacciones son profundamente personales: lo que funciona para una persona puede sobrestimular a otra.
Ahí es donde la tecnología inteligente desempeña un papel clave, ya que ofrece la flexibilidad y la inteligencia necesarias para adaptar los entornos a las necesidades individuales y en constante evolución.
Cuando la tecnología se vuelve intuitiva
La tecnología inteligente permite que los espacios interiores se vuelvan receptivos. Los sensores recogen datos sobre la ocupación, la temperatura, los niveles de luz, la calidad del aire e incluso el sonido. La inteligencia artificial interpreta estos datos y realiza ajustes en tiempo real.
Este nivel de sensibilidad ambiental permite que los espacios interiores se adapten verdaderamente a las necesidades. Ahora ya no siguen una configuración fija, sino que se ajustan al uso que se hace del espacio y a cómo se sienten las personas que lo ocupan. De esta forma, pasamos de espacios diseñados para una función estática a espacios diseñados para una experiencia dinámica.
Cómo los interiores inteligentes se adaptan en tiempo real
Los sistemas de iluminación son uno de los ejemplos más comunes de diseño adaptativo. La iluminación inteligente imita los cambios naturales de la luz diurna, lo que ayuda a regular los ritmos circadianos y a mejorar el estado de atención a lo largo del día.
En comercios y lugares de trabajo, la IA hace un seguimiento de cómo se mueven las personas por un espacio. A continuación, optimiza la distribución y las zonas de uso para favorecer la colaboración, la comodidad o la fluidez.
Los sistemas de control ambiental responden a datos procedentes de dispositivos portátiles o sensores interiores. Cuando aumentan los niveles de estrés o se detecta cansancio, pueden ajustar la iluminación y la temperatura automáticamente.
También están evolucionando las superficies y los materiales. Las paredes de cristal transparentes pueden convertirse en opacas para proporcionar una mayor intimidad. Las mesas y paredes táctiles invitan a la interacción. El mobiliario modular autoconfigurante añade flexibilidad.
Y todas estas tecnologías, combinadas, crean espacios interiores que no solo son funcionales, sino que además transmiten la sensación de ser perfectos para cada momento.
Diseñar con empatía
El uso de la tecnología de ondas cerebrales captadas por EEG por parte de diseñadores como M Moser Associates revela cómo las personas experimentan los espacios de formas únicas y a menudo sorprendentes. De hecho, las respuestas emocionales varían incluso en entornos idénticos.
Esto subraya la importancia de la adaptabilidad y la inclusión en el diseño. La neurodiversidad, los cambios de estado de ánimo y los distintos estilos de trabajo exigen unos entornos flexibles y adaptables. El diseño ya no consiste en crear un único espacio ideal, sino de dar respuesta a una serie de experiencias y necesidades dentro de un mismo entorno. Un enfoque que exige empatía, curiosidad y la voluntad de aceptar la complejidad.
Escuche lo que los expertos Kim Morgan y Gurvinder Khurana, de M Moser Associates, tienen que decir sobre la integración de la tecnología en el diseño interior neuroestético en nuestra charla modulyss Talk.
Una mirada al futuro
La constante evolución de la tecnología y la neurociencia está redefiniendo el papel del diseño. Los espacios interiores cada vez son más inteligentes, intuitivos y centrados en el bienestar de las personas.
Estamos entrando en una nueva fase en la que los edificios no solo nos sirven, sino que también nos entienden. Aprenden y responden, creando entornos más acordes con nuestra forma de vivir, trabajar, aprender y recuperarnos. El futuro del diseño está en la percepción y la adaptabilidad, pero no como palabras de moda, sino como principios básicos.
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